junio 01, 2008

Tacuarenteens


Poco antes de cumplir los cincuenta, las mujeres comienzan a tener ciertos comportamientos extraños, como por ejemplo, hablarle con tono de actriz de reparto de comedia “picaresca” a determinados proveedores, a saber: verduleros, almaceneros y carniceros, entre otros. Hay un ritual de seducción extraño, que roza el grotesco y termina donde empieza la histeria. Este comportamiento sólo se manifiesta ante el sexo masculino, y se lo vincula a la fantasía de gran parte de las amas de casa argentinas de tener sexo con personajes/superheroes de la talla de Mr Músculo, Cocinero, Martiniano Molina entre otros.

Caigo en la irresistible tentación de abrir un paréntesis en defensa de la mujer objeto de análisis de este texto y una felicitación si se quiere, al departamento de marketing de Mr Músculo por haber creado un personaje mucho más sexy y varonil que la Gota de Magistral. Mr músculo es el icono metrosexual de los productos de limpieza, mientras que la imagen de la Gota (Gorda) representaría al sector más bajo de la comunidad travesti: mal teñida, sin ropa y con voz de hombre mal camuflada.
Y aunque la Gota siempre me pareció insoportable debo reconocer que la botellita de 700cm3 me dura un año. Cierro paréntesis.

Otra conducta interesante, consiste en bailar espásticamente cualquier melodía en lugares poco habituales y ante la presencia, incluso, de extraños en código (con cara de): "vean qué moderna soy”

Ayer mientras esperaba a que me atendieran en la peluquería del barrio lo volví a ver . Acababan de “hacerle la planchita” [cada día hablamos peor!] y estaba chocha de la vida. Se puso el camperón digno de la edad y de la falta de buen gusto, y sosteniendo un billete de veinte pesos comenzó a mover la patita, la cadera y el hombro tratando –sin éxito- de seguir el ritmo del último hit (tremendo) de Lilly Allen que sonaba en la fm pelotuda de turno mal sintonizada, mientras esperaba que le cobraran. Y en ella vi a mi madre, vi a mi abuela, a la tía “canchera” de algún amigo, a montones de mujeres over forty.
Me pregunto también en qué momento de la vida y por sobre todas las cosas qué es lo que las motiva a usar el pelo corto, teñido de un rubio feo, verdoso y con rulos de ruleros? Me pregunto si a mí me llegará ese día.
Sólo estoy segura de que coincide con la época en que se fanatizan por los sahumerios, los “hornitos” de aceite, los libros de autoayuda, los patos de cerámica como elemento decoraivo y las paredes pintadas con la técnica del marmolado.

Volvamos a “el baile”. A medida que van distorsionando la realidad su autoestima se dispara al ciberespacio, y el zapateo, la patadita, el chasquido de los dedos, y el revoleo de cabeza hacia atrás seguido por un nada tímido “UUUUHHH” parecen no tener fin.
Un dato curioso: lo hacen siempre frente a un menor de edad. Esta vez, la víctima fue el cajero -hijo de la peluquera- un gordito adolescente, con el malhumor trash característico de la pubertad.
El gordito, niño envuelto, apretado en una remera negra de Evanescence evita mirarla, pero yo no.
El se concentra en el orden de los billetes, en la caja, en el vuelto. Yo no puedo dejar de observarla y de repetir ese movimiento en mi memoria, una y otra vez, como si se tratara de una coreografía. Y me siento un paparazzi, robándole ese momento. Y como todo paparazzi no tengo culpa ni escrúpulos, y sigo disparando.