noviembre 14, 2009

En la ciudad de la Furia

La verdad es que tuve un día de mierda. Empecé por tomar un nuevo camino hacia el trabajo. “Hoy voy por…” pensé haciendo ruido de ruleta de programa timbero de Sofovich. Clac clac clac clac: “Ciudad de la Paz” dije y doblé a la izquierda. Diez cuadras después un viejo pelotudo que venía pensando en el culo de de turno que vio anoche ‘en Tinelli’ se olvida que entre el embrague y el acelerador hay un pedal muy últil que acciona los frenos del vehículo haciendo que el mismo se detenga! Me bajo y soy una catarata de puteadas: Quién te dio el registro viejo del orto? Magoo! Hay transporte público sabías? Seguro que alguna vez viste uno, se llama co-lec-ti-vo. Hay de muchos colores o además son daltónico geronte? El colectivo aparte de llevar pobres, transporta toda clase de ineptos como vos, hacele un favor a la sociedad y andá a vivir a un geriátrico dinosaurio mugriento! Perdí media hora explicándole al ‘oficial’ que estoy tomando unas pastillas para adelgazar que además de subirme la presión arterial me ponen un poquitito nerviosa, pero que de ninguna manera me iba a retractar de siquiera una de las verdades que le arrojé al extra de Cocoon. Con el baúl destrozado llegué al taller mecánico, pisé una bujía huérfana que rodaba por ahí e hice una demostración involuntaria de breakdance . SI bien safé de una caida y una consecuente ruptura de cadera, al tratar de agarrarme de cualquier cosa para evitar quedar como una cucaracha moribunda, me engrasé no solo las manos sino el inmaculado vestido primaveral de estreno, quedando mal parada ante cualquier desafío de la blancura que un actor con poco laburo pudiera proponer. Me sentí como esas minas borrachas que quiebran en un bar repleto de marineros alzados. Puse cara de orto y empecé a tirar de mi vestido hacia abajo, como intentando emprolijar la situación, dejé las llaves de lo que quedó de mi auto y miré con cariño las vías del tren.

Llegué corriendo a la oficina y casi renuncio al enterarme que se levantó la reunión con la razón por la cual estoy ahí casi a las 9 de la mañana con un sobrio solero de emergencia comprado en un local de koreanos –al que hubiera entrado con un crucifijo y un racimo de ajos atados por una cinta roja-. El imbécil canceló por motivos personales! Motivos personales? Acaso hay una excusa más amplia y menos válida? Razones de Fuerza mayor? Qué? Dios?! Me hacés levantar de madrugada y me cancelás sobre la hora porque se te quemó la tostada?! Porque te quedaste en la cama 5 minutos más? Te pintó ver una repetición de Badía y Compañía por Volver?

Entre enfurecida y aliviada por no ser vista en ese trapo de cuarta made in Taiwán dejé las cosas en mi escritorio y al abrir la notebook veo el desastre: 67 mails en la bandeja de entrada. En momentos así, me debato internamente entre llorar o empezar a destrozar el lugar a patadas, y termino optando por lo sano: compras online. Tengo un principio de úlcera que técnicamente no me deja tomar café, y como es vox populi en la oficina, me atajan en la puerta de la cocina y se ofrecen a prepararme ‘un tecito’.

-No estoy –lamentablemente- en Londres, ni jugando a la canasta ni tengo 60! Pedime un capuccino por favor!

-Porqué no tomamos unos mates mejor, querés?

-Vos me querés ver muerta, retorciéndome de acidéz? No gracias. Además de hacerme pésimo, deberías saber que tomar mate es de villero progre. Toda la actitud de matero me da una profunda tristeza seguida instantáneamente por unas ganas incontenibles de salir a matar uruguayos. Pero todo bien, dejá que me hago uno de esos tecitos de freeshop de petrodólares por saquito [tea bag le dicen ahora!] que al menos así siento que mis cinco minutos valen más que los del cadete.

La recepcionista se va llorando. Diría que está indispuesta, pero seguro que es peor: se está reproduciendo! Porque parece que está de moda! O es muy común que de un día para el otro el mundo entero esté embarazado? Abrí el facebook y ahí estaba la noticia que faltaba. Hay una epidemia: mis amigas van a ser madres. TODAS! Lo peor es que, como si se hubieran puesto de acuerdo, me lo comunican todas juntas y por el mismo canal.

Por qué?! Si teníamos un pacto! Odiar a los niños hasta –por lo menos- los treinta! Nada de hijos hasta esa edad. Y ahora?

-Milli? Marina soy. Escuchame, te re felicito, todo, y te voy a llevar flores a la maternidad, pero en qué habíamos quedado? Te acordás?

-Qué hora es? Qué te pasa?

-En qué habíamos quedado con el temita hijos antes de los treinta? Al final, la única que valora la amistad y los pactos que hacemos entre amigas soy yo siempre! Eh? Eh?

-Dos preguntas –me interrumpió- En qué año naciste? Y Por qué no te vas a la mierda?

La edad de Cristo. Me quiero morir…están en todo su derecho! Están con el 10% de demasía las muy correctas! Y a mi no me queda otra que organizar Baby Showers y tomarme todos Malbec que ellas rechacen.

octubre 14, 2009

Atrévase a Soñar

Entro a hurtadillas a un supermercado chino a ordenarles las góndolas -de onda- pero abren se ve que antes de tiempo y me pescan acomodando unas latas de champignones. Me hago la boluda y le pido turno a la cajera para depilarme. La China me indica que siga por el pasillo hasta el fondo del local y me deriva con un ruso alto de bigotes -finlandés talvez- que me advierte que sólo me puede depilar: "hasta acá" (sic) dice señalando la altura de ‘la liga’ y ni bien me pone un toque de cera sobre la rodilla, medio que me la veo venir y le digo que va muy lento y que voy a perder el avión. El ruso o finlandés me acompaña al mostrador. Le digo a la china de compromiso: ‘no se, cobrame lo que te parezca, disculpá pero pierdo el vuelo...’ Lo digo como para que ella me diga ‘no es nada’, pero el Ruso me interrumpe: "bueno, todo el día de trabajo que me hiciste perder. Sesenta pesos" y la china agarra mi billete de cien y me da doce moneditas de diez. Resignada le pido que porfavor me las cambie por monedas grandes, pero me da una velita de cumpleaños. Viene otra china con otro billete de cien al que le falta toda una esquina [oreja q le dicen] yme trata de estafadora. Me despierto justo antes de masacrarla.

septiembre 25, 2009

Addicted to...

No necesito nada: no estoy enferma, no me duele la cabeza, ni la garganta, no necesito curitas y el frasquito de agua oxigenada que compré hace tres años no llegó a la mitad. Siempre encuentro una excusa: en primavera una alergia que no tengo, en invierno las tabletas efervescentes, caramelos por si me duele la garganta…quitaesmalte.

Tengo una adicción.

Cada vez que paso por la puerta de una “ciudad-farmacia” TENGO que entrar. Una fuerza desconocida, superior y poderosísima me posee, y voy como un bulímico a la heladera.

Paseo, doy vueltas, el tiempo no pasa ahi adentro.

Ya no se si se trata de una farmacia o de un supermercado ‘chino’ limpio atendido por occidentales con uniforme, pero no me importa porque para mí es lo que era Orlando cuando yo tenía siete: Disneyworld.

Si un día al entrar, encontrara un Mickey, un Pluto o gente fumando dentro círculo delimitado por arbustos, no me asombraría.

Es un lugar que te tira buena onda a pesar de sus horribles jingles que atrasan al menos una década. Siempre hay una promo, un dos por uno, urnas de acrílico para meter cupones, y concursos para ganar millones y salir de pobre o bien hacerse acreedor de un dvd de marca graciosa.

Pienso en un jugador compulsivo, y puedo sentir lo que sería en su caso tener un casino flotante cada tres cuadras. Porque el local todo es una ruleta y la línea de cajas literalmente un tragamonedas. Te vas acercando a la caja y las falsas oportunidades van apareciendo: chicles, barritas de cereal, preservativos, caramelos…vamos, un kiosko! Porque el viaje no termina en la caja, más bien es ahí donde todo comienza: con una infinidad de productos absolutamente innecesarios y supuestamente gratificantes. Vas a comprar ibuprofeno y terminás firmando un voucher de tarjeta de crédito por doscientos cincuenta pesos.

Mi madre no entra porque dice que lavan dinero -por esa misma razón no alquilábamos películas en la cadena de videoclubes Errol’s durante los 80’s. -pero yo, cada vez que paso por una sucursal entro y tengo que llevarme algo. Cualquier cosa: un jabón líquido, un polvo decolorante…un ‘rollisec’.

Una tarde de fin de mes salí de la oficina desesperada: necesitaba ir de shopping, pero mis tarjetas estaban todas en ROJO y en la billetera tenía veinte pesos. Decidí caminar un poco para calmarme, pero fue imposible: a las 2 cuadras vi al monstruo. Habían inaugurado una nueva sucursal enorme, brillante, diabólicamente tentadora. Sin dudarlo entré con banda musical mental, caminando triunfal en cámara lenta. Mi cabellera se agitaba como si hubieran puesto poderosísimos ventiladores para recibirme y mi respiración, lenta e intensa acompañaba mi andar. La gente dejaba de hacer lo que estaba haciendo para mirarme, y yo sabiéndolo, les sonreía y a cada sonrisa regalada le agregaba una mueca, un parpadeo lento, una mirada furtiva. Me sentía la protagonista de un comercial de Impulse de los 80’s. Faltaba que se me cayera el foulard y que al tratar de levantarlo se me adelantara un modelo de Colbert divino de ojos azules, mirada intensa y gel, mucho gel. Pero mi partenaire nunca llegó, talvez porque en lugar de dejar caer mi foulard, me tragué el cartelito de Wet Floor, caí de ‘pera’ al piso y patiné como un artista de Holiday On Ice hasta la última góndola sin escalas.

Alguien hizo zapping y de protagonista de comercial cosmético pasé a segundona de comedia romántica barata.

Me levanté como pude, y miré hacia atrás como si allí fuera a encontrar un culpable, o la respuesta a mi torpeza. Llena de vergüenza rechacé ayuda externa, y recorrí disimuladamente con la lengua mi dentadura para chequear que estuvieran intactas todas las piezas. Cuando me agaché a juntar cada uno de los cientocincuentayocho efectos personales que salieron ejectados del bolso, un par de esos inmundos suecos de goma con agujeros invadieron mi campo visual.

-Marina?

Levantando con miedo la vista recé: porelamordejesucristoredentornuestroseñoramenprometoquevoyaserbuenapersonaapartirdestemomentoperonomehagasestonomehagasestodiocesitonolohagas!

Pero se me vinieron todos mis años de ateismo encima al ver que mi ex, me miraba desde lo alto.



***Este texto fue publicado en la edición de Septiembre de la Revista El Planeta Urbano***

septiembre 10, 2009

La boda de mi peor amigo

Te levantaste temprano para ir a la depiladora, corriste para no perder el turno que tenías en la peluquería donde te hicieron color, lavado, corte, peinado, te aplicaron una ampolla, te hicieron las manos (qué mal hablamos!), pedicuría, belleza de pies, se llevaron cinco horas de tu sábado y tu aguinaldo. Apenas picoteaste algo en el almuerzo por miedo a que el vestido no te dejara respirar, desempolvaste la pashmina, pasaste a buscar la cartera minúscula que te prestó una prima para la ocasión, y también por lo de tu madre para rescatar esos aros divinos que le prestaste y nunca te devolvió. Te maquillaste sola corriendo el riesgo de quedar como la hermana de Piñón Fijo y practicaste una hora y media arriba de los stilettos. Llamaste un remise, pasaste a buscar a tus amigas -las que llegan tarde a todos lados- y esperaste veinte minutos a la primera mientras atendías los llamados histéricos de las otras dos que no tenían mejor cosa para hacer que quemarte la cabeza deliberadamente y al unísono como un disco de Las ardillitas. Cuando completaste el pool paraste en Farmacity a comprar Falgos, Alikal y Beldent (de menta) para todas. Terminaste pagando el viaje porque eras la única que tenía cambio. Al cerrar la puerta del auto la pashmina quedó enganchada y la mujer del remisero recibió un regalo inesperado esa noche.

Si sos mujer e hiciste por lo menos dos de estas cosas un sábado: Estuviste en un casamiento.

Cada vez que alguien menciona las palabras ‘Boda’ y/o ‘Casamiento’ tengo un deja-vu.

Sea de día o de noche, en un salón o en un campo para mí la boda siempre empieza con la imagen de un ser superficial, histérico y organizado. Generalmente mujer, la wedding planner es ese personaje que se pasea como loca por el salón, hablando sola (en realidad da ordenes a través de una especie de ‘manos libres’), gritando, haciendo todo tipo de señas a sus asistentes, creyendo que es invisible. La wedding planner, en vez de estudiar abogacía, medicina o arquitectura, encontró en internet unos cursos para satisfacer las necesidades de los vago-snobs del nuevo siglo y apostó todo a ellos (Personal Shopper, Cool Hunter, Party Planner entre otros)

Hace todo lo que a la novia le da fiaca hacer durante la previa haciéndose cargo de los preparativos de la boda aunque no es ella quien finalmente toma las decisiones y hace lo que se supone que la novia no debe hacer en el momento de la fiesta. Además de ser un muestrario ambulante de salones, invitaciones, centros de mesa, manteles, vajilla, entremeses, ‘esculturas’ en hielo y mesas de dulces, es la encargada de ‘que todo salga bien’, y habiendo conocido sólo algunas pocas novias puedo afirmar que eso es sinónimo de ‘soportar la presión más llena de hormonas asesinas ansiosas y descontroladas del planeta’.

Una vez que se ha hecho merecedora de mi compasión, y habiendo agradecido a mi familia por obligarme a seguir una carrera ‘convencional’, soy capaz de continuar.

La Recepción

El dj interrumpe la música –del tipo funcional hasta entonces- y el silencio lo anticipa todo. En ese momento nadie mira al disc jockey con cara de “no me digas que saltó la compactera!” porque se sabe que ese silencio de alguna manera pide a los invitados que dejen los calentitos, se acerquen a la entrada y sonrían porque los novios están por llegar.

Después de ese breve momento mudo: un tema. No un tema cualquiera sino “el tema con el que entramos al salón”. Es que algo tan ridiculo como el acceso a una casa devenida salon de fiestas merece realmente ser recordado como uno de los momentos más importantes de una boda? De una vida?

A continuación un breve listado de las obviedades más elegidas por las parejas:

My heart will go on [Celine Dion]

The Rebel in me [Jimmy Cliff]

She [por Elvis Costello]

You are the Sunshine of my life [Stevie Wonder]

Follow you, Follow me [Génesis]

Under my skin [Bono & Frank Sinatra]

Love of my life [Queen]

Cant help falling in love [ por Elvis Prestley o por UB40]

Personalmente entraría con Pila Pila del Pity Alvarez, pero claro, yo no me caso.

Después de hacer tiempo con el fotógrafo, el que hace el video y el chofer, los novios –que ya saludaron en el atrio- son recibidos por los invitados, quienes al parecer tenemos instrucciones de hacermos los sorprendidos. (!)

“De parte del novio o de la novia?”

Después de “a quién querés más? A tu papá o a tu mamá?” esa es la pregunta de menor importancia en el ranking de las preguntas bipolares sin importancia. Sólo en algunas ocasiones sirve para iniciar conversaciones sin sentido.

Estamos invitados...

Podría separar a los individuos en categorías y subcategorías ad eternum, pero voy a limitarme a lo básico: familiares y amigos.

A veces los familiares se llevan todos los premios. Especialmente cuando hay una tía que bebe más de la cuenta, un tío solterón que corretea amigas de la novia, una abuela gagá que habla de la guerra y una madre que avergüenza a una generación entera bailando ‘el meneaito’: “...y ahí, ahí, ahí, ahí...” (me tiro de un vehículo en movimiento!)

Al padre de la novia, de movida lo vemos abatido. El tipo está jugado. En ese momento lo tienen como a Alex en la Naranja Mecánica: atado de pies y manos

sentado frente a una pantalla gigante por la cual le pasan fragmentos de lo mejor de su vida junto a su -hasta entonces- edípica hija.

Padre:

“Con quién te vas a casar Valerita?”

Novia:

“Con vos papi”

El tipo, enfrascado en un traje alquilado usado vaya uno a saber por quién, cuándo y en qué evento (fantasea con la idea de que lo haya usado Lito Pintos en la entrega de los Martín Fierro).

No sólo siente el horror de entregar su hija a otro hombre sino que encima los desgraciados están haciendo una fiesta por ello (en su cara, cómo se atreven!) y es él quien -por una ridícula convención- tiene que pagarla.

Las madres de los novios quieren que la fiesta no sólo sea perfecta, sino que sea como la fiesta que nunca tuvieron; algo de movida complicado al tratarse de dos personas con experiencias de vida diferentes , pero fundamentalmente porque esta vez: no son LA NOVIA!

A la madre –sea del lado de la novia o del novio, lo mismo da- claramente le cae la ficha: ya no es una pendeja. Y como suele pasarle a las mujeres cuando se dan cuenta de que ya no tienen 20, empiezan a actuar como si, en efecto, los tuviesen. Y así comienza el show de la veterana ‘piola’ de quien escuchamos muletillas robadas de la salida del colegio secundario del barrio. Confesiones de la talla de “yo nunca me fumé un porro” avergüenzan a sus hijos y divierten al resto de los invitados aunque no tanto como verla agitando la zanahoria de cotillón que se llevó a la mesa después del carnaval carioca.

La madre no quiere terminar en el baño con un amigo de los novios porque “podría ser mi hijo”, -pero a diferencia del tío soltero- necesita saber si podría hacerlo en caso de proponérselo.

El tío soltero termina indefectiblemente en el baño. No importa si se trata de una amiga de la novia, la hermana menor del novio, una camarera o la asistente de la wedding planner. Es el primero en convertir la corbata en vincha y se encarga de encabezar el trencito y arengar al resto. En su mesa no faltan ni el champagne ni su madre: la abuela gagá que no entiende muy bien dónde ni en qué año está. La abuela nos resulta un ser adorable y divertido los primeros diez minutos, pasado este tiempo las anécdotas de la segunda guerra aparte de no ser para la ocasión ya no le interesan a nadie. Los invitados dudan, no saben si reirse descaradamente de las locuras que dice la vieja, o intentar quedar bien con la familia y seguir sonriéndole, mirándola con los ojos abiertos bien grandes levantando las cejas y asintiendo(*) -como si lo que la nona fabuladora dice les interesara- mientras internamente se debaten entre un canapé de salmón y queso filadelfia o una empanadita copetín.

(*)Ese es un gesto que se usa mucho con infantes y personas de la 3ra edad, acompañado a veces por un “Mhhhmm” o un “Ahá” que pretende despistar al interlocutor y alejarlo momentáneamente de la realidad: no está siendo escuchado.

Y en un rincón, rodeada de copas vacías, tratando de darle subrepticiamente un billete al bartender, envuelta en tafeta tornasolada está ella: la tía borracha. Antes de dejar sus cosas en el guardarropas ya se sirvió tres martinis y trató de inútil en público a su ex-marido en reiteradas oportunidades.

Critica los centros y arreglos florales, se queja de la mesa que le tocó: por los integrantes y por la mala ubicación. Que la comida es in-co-mi-ble, que hace mucho calor en el salón y que la novia “está demasiado flaca, ojerosa, parece enferma”.

Tía

“Seguro que se quedan cortos con el champán, y qué mal gusto por el amor de Cristo, vestir las sillas con esos moños roñosos...a quién se le ocurre?!”

Ex

“Basta Estela”

Tía

“A mi no me callás eh! Mirá que yo hablo y si empiezo a hablar no me para nadie y a vos no te conviene, o si? O querés que TU gente se entere ...”

Ex

“Más champagne?”

Y por supuesto están los amigos. Los amigos-amigos, los no tan amigos, los íntimos, los propios y los heredados. Ninguna de estas clasificaciones califica como grupo. Hay sólo dos grandes grupos que interesan en el estudio social de una boda: solteros y en pareja.

Yo estuve en ambos y, claramente, me quedo con la energía del primero.

Pasados los besos pegajosos a los novios, los augurios de felicidad de manual y los canapés, los invitados somos guiados hacia el salón donde están “las mesas”.

No se trata de un tema menor sino todo lo contrario. Armar el cubo mágico resulta una tarea mucho más sencilla y gratificante.

Novia:

“En la seis faltaban tres, no? Bueno: Marta, Roberto y Bernarda.”

Madre de la novia:

“Estás loca? Bernarda y Marta hace años que no-se-hablan.”

Novia:

“Bueno, ponemos a Bernarda en la diez con tía Maruca...y al Dr.Waisman lo llevamos a la seis.”

Madre de la novia:

“Pero si el Dr. es judío, mi amor. No hay alguna mesa con más judíos”

Novia:

“Tenés razón. A ver...”

Claramente, tu objetivo y el de tus amigas es ganarle a la mesa cuatro donde están las “otras” amigas de la novia. Pero como la fiesta recién está empezando no te preocupás demasiado. No ahora.

Después de la entrada: el vals. Está muy de moda bailar el vals con temas de Frank Sinatra, de todas formas yo generalmente evito ese momento horrible, que me resulta de lo más incómodo usando una técnica que hasta ahora ha sido infalible. El secreto es estar muy atenta a la melodía y acercarse al novio sólo cuando se está muy segura de que la misma está por finalizar. Cuando el novio, ya mareado, amaga a agarrarte, vos te acercás y le contás un chiste o hacés un comentario irónico acerca del padre de la novia. El deja de mover los pies, rie y se tira hacia atrás. En ese momento gritás: Foto! Posan para el fotógrafo y para cuando el flash te cacheteó la cornea suena el último acorde:

Vos:

“Pero qué picardía!”

A la mesa otra vez. Un primo del novio se te acerca zigzagueando.

Primo:

Vos estabas en la mesa número...?

Vos:

(mala onda)

En la que vos no estás.

Sos consciente de que con esa actitud te vas volver en remise con lo que quede de tus amigas y que probablemente termines otra vez, pagando el viaje. Asique le sonreís y le das una palmadita en la espalda.

“En la de por allá Luisito, en la silla con el moño torcido”

Te hacés la simpática con el mozo, le coqueteás un poco si es necesario y te asegurás de que mantenga llena tu copa durante toda la noche.

Cansada sacás el centro de mesa para poder verle la cara al que tenés enfrente y saltás de la silla como si tuvieras un resorte cuando ves llegar a tu pareja. Una vez más llevaste a tu amigo gay.

Amigo gay:

“Sorry, me enrosqué con el del guardarropas. Los novios?”

Los novios arrancan con el tour por las mesas seguidos por la wedding planner, el fotógrafo y el pibe que lleva el flash. Salís con la copa en la mano y la boca torcida, mondando un trozo de pollo que te estaba molestando.

“Otra, otra que salí con los ojos cerrados!”

Cuando los novios se van, te das cuenta de que se llevaron tu plato. Pero si apenas probaste bocado! Se levantan las apuestas: Casata o almendrado?

Te hiciste veinte pesos así de fácil, suficiente para el remise de vuelta.

Al escuchar los primeros ‘acordes’ de cumbia villera pensás que se te está subiendo el alcohol, pero comprobás que aún estás algo sobria al ver a la novia abalanzarse sobre el disc jockey empuñando un tramontina, seguida por su reciente marido al grito de:

“Ojo con lo que decís, Valeria te lo pido por favor!”

El problema con el disc jockey es el mismo que con el peluquero. Por más que le des un playlist al dj o al coiffeur una foto exacta del corte de pelo que querés SIEMPRE van a hacer lo que ellos quieren.

Los ojos desorbitados de la novia y el tramontina son amenaza suficiente, y dan comienzo al Carnaval Carioca. Anteojos gigantes, pelucas, galeras de gomaeva, pomos de Rey Momo y enormes maracas con forma de zanahoria y banana son repartidos a los invitados.

Dentro de las actividades del Carnaval Carioca figuran: llevar en andas a los novios, arrojarlos por el aire, hacer el famoso trencito y cantar en portuñol: ‘comeinsao a dar, comeinsao a dar, comeinsao dar...atueeela, atueeela...”. Alguien sabe mínimamente qué quiere decir la letra?

El alcohol comienza a hacer efecto. Para esta altura de la fiesta empiezan las primeras bajas, y muchos piden que se les tache la doble. Si hay niños, este es el único momento en que la pasan bien de verdad. Gritan, saltan y juntan papel picado del piso para tirarlo al aire nuevamente, y como todo es caos y confusión aunque se tornen realmente insoportables gozan de inmunidad absoluta.

Hay estudios que indican que es durante el Carnaval Carioca cuando más calorías se queman en todo el evento. Esto lo sabe seguramente la Wedding Planner ya que debe ser el apunte estrella del primer y único cuatrimestre de cursada. Por esta razón es que inmediatamente después viene La mesa de dulces.

En la mesa de dulces conviven tortas, helados, mousses, waffles y panqueques. Es el momento highlight de la noche para las señoras, para las que vivimos a dieta todo el año y para los que se armaron un chino hace media horita en el jardín.

Te hacés la boluda y te paseás con disimulo por las proximidades de la mesa. Sacás fotos mentales: lemon pie, rogel, cheese cake, brownie, brownie con merengue y dulce de leche, struddel, budín de pan, selva negra, isla flotante, mousse de chocolate con lluvia de nueces, mousse de dulce de leche con salsa de frambuesas, panqueques y waffles rellenos...querés todo! Como buena gorda en recuperación constante, te servís un poquito de cada una, y tu plato termina siendo lo más parecido al Arca de Noé de la pastelería nupcial y vas a necesitar otra sesión de Carnaval Carioca para bajar esa orgía de azúcar. “A, e, i, o, u, epsilón...”

Llega la hora del ramo y no querés ni pasarle cerca, pero la novia empieza a convocar a sus amigas solteras como si se tratara de un DT nombrando a los titulares. Y a vos, aunque no quieras, te toca jugar. Y tenés tanta mala suerte que ni de paso te roza. De nada te sirvió tirarte de palomita, porque el ramo cae en la otra punta, sorprendiendo a la hermana de la novia e inmortalizándote en una foto a la que no va a faltar el pelotudo que le pegue un sticker con la leyenda: “Yo desesperada?”.

Para que nadie sospeche, inmediatamente después de la foto, traen la torta, y una vez más la novia da la formación del equipo titular para que cada jugadora tome una cinta, mire a cámara, tire y sonría. La emoción de haber sacado la alianza termina abruptamente al ver que la jugadora de la derecha sacó la alianza...y la de la izquierda, y la que le sigue, y la de enfrente también.

Si tenés suerte y ninguna de tus amigas volcó no será necesario por el momento que te alistes en el escuadrón del rescate. Volvés a la mesa y te terminás la vigésimoséptima copa de champagne (“Esta copa es mía? Burbujas tiene...” Adentro.) Prendés el radar porque se está por hacer la hora. De los cuatro solteros rescatables que había ahora quedan libres exactamente “...ese no, a ver... tampoco, ese no califica...” Qué? Uno?!

...O hasta agotar stock

Te sentás al lado, lo mirás con sorpresa y empezás lo que en realidad no querés empezar vos, pero siendo casi las cuatro y media de la mañana qué opción tenés?

Vas bien hasta que de repente: clinc clinc clinc, algún boludo fan de “La celebración” anuncia que se viene el brindis final. Justo ahora?! Pará que se me enfría el lomito de las 5am!

Los novios parten dejando a sus invitados disfrutar de los últimos minutos de fiesta. En este momento la wedding planner está relajada sosteniendo una copa de champpagne, sonriendo. El disc jockey comienza a guardar los discos , una de las meseras se afana los muñecos de torta y quedan siete enfermos mentales en la pista de baile. Alguien que despierte a la abuela y saque al tío del baño que acá quieren empezar a limpiar! Se prenden las luces, ahora podés ver con claridad: tu galán se está matando con la hermana de la novia, y vos ,indignada, gritás:

“Esto también estaba arreglado?”

junio 02, 2009

Nueve (media)lunas

La de la sopa, la del astronauta, la hiperproteica, la de la luna, la shock, la del te verde, la Scardale, la Atkins, la de Alco, la low carb, la taoista, la antihambre, la de los puntos, la slow food, la detox, la disociada, la South Beach. Hice todas.
Probé con cremas, con el reduce fat fast del gurú Jorge Hané, me inyecté “lipoliticos”, me hice masajes, drenaje linfático, meso y masoterapia. Me metí en la cápsula de ozono, me puse la bota, tomé pastillas, batidos proteicos, quemadores de grasa y hasta compré una faja...probé de todo.
Soy el ejemplo viviente del efecto Yo-Yo, el mayor desafío de un personal trainer, el casting perfecto para la escena en la playa de una película de Enrique Carreras del setenta y pico en Mar del Plata.
A pesar de todo mi esfuerzo lo único que no puedo erradicar es la maldita adiposidad localizada en el abdomen. Tengo un depósito de lípidos que data del paleolítico, un ejército de okupas que se niega a abandonar las paredes abdominales de mi propiedad. Están cómodamente instalados, se aferran a mi estómago y por más que llore, patalee y me someta al más cruel de los ayunos no consigo efectivizar el desalojo.
Pasé años culpando a mi madre por la mala genética, por las vitaminas que me dio a los 6 años para hacerme ganar peso y por haberme sometido dos años más tarde a la primera del centenar de dietas para adelgazar que hice a lo largo de mi vida, pero ni todo el enojo del mundo ni años de terapia combatiéndolo van a cambiar mi realidad de gordita recuperada.
Mi infancia casi no tuvo kioskos: redescubrí las golosinas a los 30 años. Hoy por hoy mi gran adicción es La Vauquita. Aún pudiendo elegir y variar, cada “permitido” semanal yo lo traduzco en una mínima tableta de dulce de leche celestial. Todavía me resisto a la tentación de ese nuevo envase tamaño XL que llegó –como en su momento lo hicieron el Ricardito desde Uruguay y el Toblerone desde...el freeshop?- para arruinarme la vida y evidenciar mi infelicidad.
Entiendo que, además de ser un peligro, ya estoy grande para jugar a la anorexia, asique tomo los dos litros de agua reglamentarios por día, no como fritos, llevo una dieta balanceada, rica en fibras, frutas y verduras, y hago ejercicio. Tengo el manual, vamos!
Haciéndome cargo de mi situación, y sin caer en obsesiones adolescentes accedí a la invitación de una amiga y la acompañé a una clase de prueba de Pilates sabiendo que esa disciplina no iba a funcionar conmigo ni con mi ansiedad. Yo necesito pegarle a algo, correr hasta no sentir las piernas, o hasta que me falte el aire. Necesito evidencias. Signos de que estoy efectivamente haciendo algo para deshacerme de lo que sobra. El sudor como prueba irrefutable. Cuando tuve la certeza de que iba a odiar cada minuto de esa clase, ya estaba sentada sobre el reformer (una cama!) ¿Cómo voy a hacer desaparecer el cementerio adiposo si estoy acostada y apenas me muevo? ¿Cómo? Si abrir una puerta corrediza exige más esfuerzo! De qué “centro” me habla? Qué hilo de luz? Qué quiere decir con vascular la cadera? Qué son las crestas ilíacas? Me vuelvo loca. Esto es un té canasta de señoras bien no permitiéndose sudar, escuchando Enya en stereo, respirando fuerte. A ver si lo entienden: a Jennifer Aniston le funciona porque además de Pilates corre 10km diarios, tiene masajista, personal trainer a disposición, nutricionista 24hs, y bandejitas con su vianda personalizada de 150 calorías!
Ya en el vestuario una de mis ocasionales compañeras de clase mirándome pregunta con tono de afirmación: “Ay, estás embarazada!”
Haciendo fuerza con los ojos para que no se me salieran las lágrimas le dije que no, me puse rápido la remera y huí humillada. Recién cuando llegué a casa se me ocurrieron alternativas de respuestas que podría haberle dado para incomodarla y –con suerte- hacerla sentir como el orto:
-No, no puedo tener hijos.
-Sí, pero no lo cuento... ya perdí 3 embarazos.
-Sí, de tu marido pedazo de mamarracho arrugado!
Por ella, ahora voy a tener una noche horrible llena de pesadillas en las que seré perseguida por un mega alfajor triple, una manada de Vauquitas de dulce de leche, y un kioskero sádico riéndose de mi a carcajadas, como el Narcizo Ibañez Menta de “los permitidos”.


***Este texto fue publicado en la edición de Abril de la Revista El Planeta Urbano***


mayo 16, 2009

Vasos Vacíos

En contra de mis propios principios, me impuse salir sin importar el clima, la compañía, ni las distancias.Tenía que conseguir al menos una aliada para no bajarme yo misma de mi plan, para no hacerme trampa y obligarme a salir. Arranqué haciendo una especie de casting de archivo algo desactualizado ya que la mayoría estaba casada, en concubinato o ‘redenovia’. Después de varias idas y vueltas pude reclutar a un par. La estrategia primordial consistió en citar a mis secuaces en un terreno neutral, no fuera cosa que en una casa –ya sea de local o de visitante- termináramos como nerds viendo documentales, debatiendo si Cachafaz es mejor que Havanna, entrándole a una picada y al Gin Tonic al abrigo de una manta de telar boliviano. Nada de ir a cenar y después arrancar porque se sabe cómo termina: el vino tinto pega para atrás, por unanimidad se suspende la salida, y taza taza: la visita tiene sueño. Un plan simple: Ronda de bares para hacer lo mismo que haríamos encerradas pero sin pijama, rodeadas de gente, viendo rostros reales en lugar de personajes de Warner Channel. Si bien el espíritu de la salida nunca fue “de levante”, conociendo el terreno nos propusimos no ser la minitamalaonda que espanta a base de cara de orto, sino que procuraríamos dar al menos una oportunidad de diálogo. Ser parte de una mesa femenina no es fácil: hay que lidiar con más de un viejo gatero, con uno que otro tortón que apostó que te convertía y con mucho, pero mucho pelotudo. ¿Cuándo van a entender que decir bebé es lomenos y que además no hay evidencia de que semejante nickname haya derivado en sexo al menos una vez en las últimas cuatro décadas? Como dato curioso: mujer, muñeca, reina y bonita tampoco califican. Hay algo más molesto aún que nisiquiera se apoya en apodos vulgares y consiste en acercarse más de lo socialmente aceptable y mirar, solamente mirar. La situación es esta: te acodás en la barra con tus amigas y, sólo por ser mina tratás de levantarte al barman, que aunque no te guste mucho es lo único que te llevarías del bar -además del vaso que metiste en la cartera-. Empezás a sentir una presencia extraña, una respiración ajena y desconocida. Girás y apenas a 15cm de tu naríz tenés un tarado con gorro tipo piluso imitación Burberry –en adelante ‘el observador’- mirándote fijo, como un stalker que no le importa ser descubierto por su víctima.
And here it goes again...
El observadorr: “Diosa” Vos:“No flaco, llegaste 15 años tarde a los 90. Volá.”
Entonces te tilda de histérica y empieza a los gritos:
El observador:“Pero quién te pensás que sos gorda pedorra? Tocá de acá, forra!”
Todo bien que salgan de levante, pero vamos: tienen que perfeccionarse...no hay workshops entre el fulbito con los pibes y la porno soft empezada en The Film Zone? No se: “Cómo encarar minitas sin ser un rugbier boló”
No es tan difícil, las mujeres somos de manual...el problema es que hay mucho vago que no se toma el trabajo de leerlo y sigue esperando que salga la película, el audiolibro. Es cantado que van a caer en errores de concepto: -Aposté diez pesos con mi amigo a que tocabas un instrumento”. -La quena pelotudo, ganaste. Ahora...diez pesos? Ratón! ¿Porqué por culpa de estos retrasados mentales tengo que convertirme en un camionero? Si solo se dieran cuenta que levantarse a una mina es tan simple como que la mina no se de cuenta que se la están tratando de levantar! En cambio nos obligan a poner un “mute” mental durante lo que sea que dura el monólogo o a mandarlos a la mierda convirtiéndonos así en seres ordinarios y, según su punto de vista mediocre: urgidas de sexo.
Como era de esperar terminamos a las 4 de la mañana en un bar aburrido tomando café como tres gordas chantilly de confitería, debatiendo si la medialuna de grasa supera a la de manteca, si membrillo mata pastelera, confundiendo a Barbra Streisand con Bette Midler [son la misma persona?] y confesándonos todo lo que le hubiéramos hecho al barman si se hubiese dignado a mirarnos.
Pero si el objetivo era no perder el training, lo logramos. Seguimos la rutina al pie de la letra: empinando el codo trabajamos todo lo que es el tren superior fortaleciendo tanto la zona de hombros, como bíceps, tríceps y dorsales. Se sugiere para un futuro llevar cronómetro y alternar brazos debido a la gran cantidad de casos de atrofia muscular en solo uno de los miembros. Finalizada la actividad se recomienda estiramiento en barra.



***Este texto fue publicado en la edición de Mayo de la Revista El Planeta Urbano***

marzo 22, 2009

Blanca y Radiante

Después de un par de meses y varias salidas con el Doctor Murguiondo sucedió lo inesperado. Una noche sacando las entradas para ver una película, al encontrarse con un “colega” me presentó así:
-Marina, mi novia.
A mí se me congeló la sangre. Me imaginé a mi misma en el tercer piso de una torta blanca, parada en medio de ese espanto de la repostería, clavada, empantanada, embarrada en crema, sin poder huir.
Me bajó la presión, tuve ganas de salir corriendo para desaparecer y paradójicamente también sentí el impulso de saltarle encima a Murguiondo, y abrazarlo. Opté por hacerme la boluda.
Ser novios post 30 me suena tan extraño como cuando era chica y un tío bigotudo caía al almuerzo familiar de los Domingos con una rubia lookeada a lo Madonna en el Like a Virgin Tour: la mejor permanente del barrio, tres docenas de pulseras en cada brazo y fecha de vencimiento a la vista. El la presentaba: “mi novia” y con mis primos nos reíamos, los mirábamos raro. Me resulta difícil ligar la palabra noviazgo con “gente grande”. A Murguiondo no:
- Marina, mi novia.
El tampoco tiene look de novio. Cómo presentarlo en un futuro sin soltar una carcajada? Sin que se me llenen los ojos de lágrimas de tanta risa contenida. Un novio de cuarenta y pico con ambo verde, dónde se vio?!
Cuando pienso en novios se me viene a la mente una asociación de imágenes de lo más cursi protagonizada por gente de 20 con luz de atardecer y palmeras de fondo. Gente sin panza, que todavía estudia, que va a bailar los fines de semana, y vive en un monoambiente. Gente que regala peluches y lleva al extremo el dirty talking por msn.
Nosotros vamos al banco, pagamos impuestos, leemos el diario, y tenemos por lo menos 3 velorios encima. Nos dicen señor/señora, tomamos buen vino y cuando vamos a recitales nos ubicamos atrás de todo y salimos con dolor de cintura. La palabra novios nos queda como un chupín fucsia a Santo Biasati.
-Marina, mi novia.
A las chicas nos enseñaron que si un chico quería ‘algo serio’ preguntaba: Querés ser mi novia? Y así, dejaba en claro la naturaleza y el futuro de la relación. Pero en la vida real nunca nadie nos hizo esa pregunta. Y ya desde teenagers debimos adivinar en qué tipo de relación estábamos involucradas y sufrir porque no volvió a llamar siendo que ya teníamos elegidos los nombres para nuestros hijos.
Murguiondo no hizo la pregunta, no propuso. Murguiondo decidió:
-Marina mi novia.
Quién decide realmente acerca del rumbo que va a tomar una relación?
En mi caso siempre esperé pasivamente a que me dieran el ok, una especie de permiso, de habilitación para no quedar pagando.
Dónde estaba metida la feminista combativa que grita pidiendo justicia e igualdad haciéndome pasar papelones?
Nadie sabe, pero esta vez se dejó ganar sin oponer resistencia , lo dejó decidir a él antes que a mí ...sangre de su sangre! Murguiondo la venció:
-Marina, mi novia
Al decidirlo me habilitó a referirme a él como “mi novio”? Me dio la tarjeta, el pase libre, ‘la pulserita’. Ahora tengo una obligación, un quehacer. Ahora tengo que presentarlo:
-Murguiondo, mi novio.
Así es: después de unas regias vacaciones, estoy de novia.
Y ahora ellos lo saben, lo sienten, lo huelen. Alguien se los dice, el rumor les llega, está en el aire. Me pongo de novia y me llueven los candidatos caen como el granizo del 2006. Qué hicieron estos últimos cuatro años?
Murguiondo me entrega el título de novia, me pone la corona, la banda de terciopelo rojo con letras doradas, me enchufa el ramo de rosas y antes de que se me empiece a correr el rimmel el psicólogo me dice que ya no puedo ser su paciente porque se enamoró de mí, el gerente del banco me libera de la cola eterna y me invita a “almorzar un día de estos”, un chongazo en bicicleta sale de atrás de un arbol en Palermo y me advierte que tengo los cordones a medio desatar y al stalker style, me dice que él me ve siempre corriendo y que recién hoy se animó a hablarme, que talvez podemos “correr juntos un día de estos”. Ahora me gritan barbaridades por la calle, los mozos vienen a mi mesa con tragos “invitación del caballero” y hasta me tocan bocina.
Yo a todos les digo la más boluda de las frases boludas. Una frase que tenía guardada hace años en el ajuar de la boludez femenina, una frase que me da tanta vergüenza como falso-orgullo, una frase que atrasa, y que como tenía tanto polvo encima, fue difícil pronunciar: Gracias, pero tengo novio.

***Este texto fue publicado en la edición de Marzo de la Revista El Planeta Urbano***

marzo 16, 2009

Convocatoria

Lo que más quiero en este año 2009 es hacer una colecta de Crocs [esos suecos inmundos de plástico cuyo uso debería estar penalizado] hasta que no quede ni un sólo par [do] en el PlanetaMundo. Esta especie de Caritas del buen gusto, derivaría en una fogata comparable a la de San Pedro y San Pablo, pero que -afortunadamente- por el material del calzado agarraría más rápido. Si la idea 'prende' sigo con los breteles de silicona transparente y las riñoneras.

marzo 12, 2009

Una de mariachis

Hasta hace un tiempo creía que ‘sonomásdepapa’ era una especie de vocablo en lunfardo muy popular en México.

marzo 11, 2009

Dos veces looser

Hace unos años escribí el siguiente mail a una amiga que vive lejos, pero por error se lo envié a un amigo de un exnovio:

ESTOY LIMADA. TRABAJO 25 HS POR DIA NO DOY MAS. MENOS MAL QUE VOY AL GIMNASIO Y ESO AYUDA A CALMARME, SI NO YA ME HUBIERAN ECHADO A LA MIERDA DE LO HISTERICA Y CONTESTADORA/PREPOTENTE QUE ESTOY. NECESITO VACACIONES … Y UNA BUENA PIIIIIIIIIIIIIIII… ODIO A LA GENTE. LA GENTE ES CHOTA. Y YO: TRABAJO CON GENTE TODO EL TIEMPO! ME LAMENTO DE NO HABER SEGUIDO GENETICA QUE ERA MI PLAN ORIGINAL. AHI ESTARIA YO, RODEADA DE TUBITOS, CROMOSOMAS Y REVOLCANDOME CON ALGUN TECNICO DEL LABORATORIO.
BUENO, ME VOY AL GIMNASIO A LEVANTAR EL ORTO Y QUEMAR LA FATSO GRASA LOCALIZADA QUE ME DEJó ESE PUTO VIAJE A DISNEY A LOS 15.
AH, SIGO RE CALIENTE CON ESE PROFESOR DE SPINNING QUE TE CONTE: EL COLOMBIANO –O TUCUMANO- MUSCULOSO QUE SE DEPILA –HASTA DONDE YO SE- LAS PIERNAS. ES UN ESPANTO. A MEDIDA QUE PEDALEO VOY FANTASEANDO CON QUE ME INVITA A SALIR Y ENSAYO UN GESTO QUE TENGA EL PODER DE CARETEAR/ NEUTRALIZAR MI PREVISIBLE REACCION AL VERLO LLEGAR EN BICI CON DOS CASCOS. HA DE SER TRAUMATICO VERLO DE 'CIVIL Y ESO QUE NO DEBE HABER NADA MAS ESPELUZNANTE QUE VER UN PETISO DEFORME CON CALZAS FLUO CHIVANDO...ALGO A LO QUE, CLARO, YA ME ACOSTUMBRE.
QUE VIDA DEPRIMENTE!
TE LLAMO EN LA SEMANA.

marzo 07, 2009

Pregunto:

Jack Johnson se habrá cansado de ponerla?

febrero 15, 2009

Rock in Rio

Lo primero que hago cuando llego a Rio de Janeiro, no es ni cambiar dólares ni pedir un mapa sino ir desesperadamente al freeshop a comprar TicTac de Maracujá. Cuarenta y siete.
Saliendo del freeshop le pregunto a un policía “Eis aquiii a praaada deu Rial du Ipaneeeema?” Lo hago en mi excelsio portugués que consiste en hablarle al interlocutor como si éste tuviera 5 años y alguna insuficiencia mental, en un volumen más elevado que el normal en afectado castellano, alargando las vocales y haciendo con las manos todo tipo de gestos inútiles. El hombre asiente y en muestra de mi agradecimiento le digo: “obLigaaaaadO” (?!)
Irme de vacaciones es un placer y viajar sola es un lujo que compenso con estadías en hostels baratos.
En la habitación me reciben 3 centroamericanas que mi nacionalidad. Trato de descifrar el acento, pero todas suenan como Catherine Fulop asique me animo a preguntar. Nunca lo hubiera sacado: peruanas.
A los 20 minutos estabamos cenando, tomando caipirinha y jurando que esa noche no salíamos. Una hora después brindábamos en un pub inglés y luego en otro probablemente también Inglés (como si a las 5am, alguien con 4 gramos de alcohol por litro de sangre pudiera dar fe de la veracidad de este dato). Huimos antes de que nos echaran del nuevo antro. Eran casi las 7 de la mañana, el fin de mi primer día en Rio y el comienzo del fin de mi hígado.
Los días básicamente fueron noches. Las peruanas y yo nos duchábamos en el hostel, dormíamos en la playa, y brillábamos en los bares.
Bueno...ellas brillaban. Eran una mezcla de la cara de J.Lo con la de patoruzito en el cuerpo de Jessica Rabit con 5 kilos de más. Yo lo más parecido a Courtney Love que se vio en Brasil.
Después de la tercer noche decidí cambiar mi actitud. La tercer noche comenzó a ser una desgracia cuando al minuto 4 de haber llegado al boliche dos de las peruanas ya estaban enroscadas con unos lugareños.
Después de dos whiskys, varios intentos fallidos de mover el cuerpo al ritmo de esa música absurdamente alegre traté de quedar sorda pegando la cara al parlante, y de electrocutarme con el secador de manos del baño, pero fracasé. La peruana restante se acerca con una promesa: “Marina, no te voy a dejar a ti sola como ellas hicieron con nosotras”
Brindamos por eso, y cuando el eco de los cristales ya no se oyó, entró en cuadro un Australiano y la dejó amnésica.
Rodeada de parejas multiraciales, le hago una seña al bartender para que me sirva el tercer escocés...doble esta vez.
Miro para todos lados y me tiro en un sillón con la suficiente cara de looser como para que se me acercara el mozo a darme una fraternal palmadita en la espalda. Encaro hacia la puerta de salida.
Las peruanas se deseperan y me llaman a los gritos hasta converncerme de ir a no se donde. “No se donde” era el departamento de uno de sus galanes, y mientras las peruanas se la pasaban de fiesta internacional, la argentina -infiltrada en el grupo autoproclamado “las más lindas del mundo” – terminó tirada en el sillón de oferta comprado en un outlet de Falabella, frente a un mega-plasma, mirando perdida el dvd de un concierto de la versión carioca de Bob Marley, que el dueño de casa gentilmente había puesto imitando el comportamiento del adulto promedio que ante la imposibilidad de manejar a una criatura, sintoniza Cartoon Network para hipnotizarla con dibujos animados.
Horas después, cuando la insoportable música del menú de inicio del dvd se había convertido en mi peor pesadilla, abrí los ojos, entendí dónde estaba y me juré nunca más terminar en tan humillante situación. Al lograr despegar mi piel transpirada del cuero, me fui caminando, como una prostituta mal paga, por las calles de Leblon con el rimmel corrido, las sandalias en la mano, y la vergüenza en el alma.
Esa tarde, mientras las peruanas dormían sobre sus pareos y entre sueños se babeaban de placer, me prometí hacer vida de playa diurna a partir de ese instante. No pude zafar del cumpleaños de una de mis roomates esa noche, pero me quise convencer: “una caipirinha y desaparezco”.
La caipirinha se multiplicó por cinco, y creo que antes que yo desaparecieron las peruanas. Yo acodé y ahí quedé atornillada. A mi lado, un rubio con la mirada clavada en tres shots, un salero y algunas rodajas de limón. Apoyo el vaso sobre la barra y hago ruido suficiente como para dejarle claro al bartender que había terminado mi trago y necesitaba un refill. El rubio me mira sobresaltado y, desganado me invita un tequila en perfecto inglés. Nunca me gustó el tequila, pero como esa noche el rubio se parecía a Sting acepté e y me convertí en la versión barata de Amy Winehouse.
Después del cuarto shot, con un gajo de limón en la boca imitando a John Locke en la primer temporada de Lost, agarro a Sting de la mano y lo llevo a la pista. Al descubrir que un playmobil tiene más movilidad que mi partenaire, bajo la vista, y justo antes de que las baldosas del damero empiecen a colaborar con mi mareo, aparecen un par de botas tejanas. Horrorizada, busco un crucifijo, un racimo de ajos, un matafuegos, un revólver, algo! Esa imagen me lastima las corneas y barajo la posibilidad de salir corriendo. Enceguecida, entrecerrando los ojos levanto la cabeza, tiro de la manga de su camisa y lo arrastro –sin mirar al piso- hacia la puerta.
Media cuadra en zig zag y entramos a su hotel con estrellas donde el conserje me pide que complete una tarjeta con mis datos. Intentando hacer foco y que no me temblara el pulso, escribo: María Eva Duarte de Perón.
Al bajar del ascensor se me rompe un taco. Camino torpemente por los pasillos del hotel, tropezando y luchando contra la compostura de mi compañero que insistía en callarme y cuidar el sueño del resto de los huéspedes. Yo no podía parar de reir, como Luisa Albinoni y un grupo de extras en una escena de una película de Aries Cinematográfica con Olmedo y Porcel.
La balanza de la batalla interna que secretamente libraba contra las peruanas estaba inclinándose hacia mi lado.
Luego de un black out total abrí los ojos, y al ver unas botas tejanas tiradas en el piso lo supe: debía desaparecer.
Mi objetivo era llegar a tiempo para tomar el desayuno del hostel, pero el horario ya casi terminaba. Esta vez, con una sonrisa y lejos de la white trash que transitaba la mañana anterior las calles de Leblon, camino apurada las seis cuadras que separan el Hotel de Luxe de mi Hostel Low Budget: dos cuadras con el taco roto y las cuatro restantes descalza.
Con la voz ronca mezcla de Mostaza Merlo y Ze Pequenho encaro a una de las empleadas del comedor: “A café da mañáaa?”
Mirando el reloj, infla los cachetes y niega con la cabeza. Se ve que le doy un poco de lástima y me alcanza una figaza de pan blanco. “Tein Queijoooo???” pregunto amablemente, pero ella vuelve a negar con la cabeza y me saca la figaza de la mano.
En la habitación, las peruanas me reciben con aplausos, silbidos y modismos peruanos: “Chévere Marina, te la has pasado bien rico anoche eh”/ “Estuvo mostro, no?”
Apuro mi exagerado y algo mentiroso relato cuando de repente me ataca la imagen de mi campera colgada sobre el respaldo de una silla en la habitacion de Sting. “La camperaaaa!”. Una de las chicas se ofrece a acompañarme para recuperarla, no fuera cosa que el falso Sting la vendiera en un flea market al volver a Escocia!
Me dirijo al conserje con seguridad: “Bon dia. Anoche stuve aqui con amigo mio, uno huesped, mais no ricordo il numero de la habitaçaun…”
El conserje interrumpe en perfecto castellano: “Cuál es el nombre?”
Yo: (...Sting?) el nombre...el nombre es…bueno, mhh...es rubio, como así de alto...y es…escocés,.
Conserje: Mr. Morgan?
Yo: ESE! Mr. Morgan!
Resultó que Mr. Morgan se había ido. El conserje me ofreció que volviera a la noche que él personalmente le iba a dar el mensaje para que dejara la campera en recepción.
El conserje cumplió con su palabra, y yo si bien no pude recuperar la dignidad ni la vergüenza, adivinen qué llevo puesto?!